Cuando un ser querido fallece en el extranjero muchas personas se preguntan si vale la pena hacer la repatriación de su cuerpo. La realidad es que no se trata únicamente de cumplir un último deseo a quien ya no está entre nosotros, también puede ayudar al proceso de duelo para las personas más cercanas.
La muerte de alguien a quien amamos provoca una gran variedad de emociones, por supuesto la más común es la tristeza, pero también puede generar ira, vacío y miedo, además de negación, ya que nos es muy difícil poder imaginar nuestras vidas sin alguien con quien hemos creado tantos recuerdos.
Aunque el proceso de duelo se vive de diversas maneras, y cada persona aplica diferentes técnicas para poder superarlo, si no se tiene la oportunidad de volver a tener un contacto físico con la persona querida, se corre el riesgo de no salir de la etapa de negación y creer que en algún momento volverá a nuestras vidas, haciendo más difícil enfrentar su muerte.
Las ceremonias, como funerales o algún servicio conmemorativo, pueden ayudar mucho a procesar los sentimientos que nos dejan las muertes de nuestros seres queridos, incluso si no los hemos visto en mucho tiempo.
Quizá considere que simplemente es momento de darle vuelta a la página y seguir adelante, pero, además de darle una correcta despedida a su ser querido, la repatriación de su cuerpo o cenizas puede ser la mejor manera de honrar su vida aceptando que ya no está.
Para que este proceso se lleve a cabo de la manera más tranquila posible, y pueda despedir a esa persona importante, lo ideal es buscar la asesoría adecuada y, en Mi Última Voluntad, contamos con una serie de planes y guías para ayudarlo a pasar por esta situación cuando sea el momento.